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"Somos una red de ternura"

Entrevista publicada a lavanguardia.com el 29 de setembre de 2016

Ana Bella Estévez, alma de la multipremiada Fundación Ana Bella

<< Tengo 44 años. Soy sevillana. Estoy separada y tengo 4 hijos y una nieta. Las mujeres seguimos renunciando a nuestros derechos fundamentales por amor. Las leyes justas permean toda la sociedad. He hecho de mi vida mi mensaje para que otras mujeres puedan también ser felices. Soy católica

Heroínas

"Si he sido capaz de aguantar 11 años de maltratos y lo he superado –dice–, no soy una víctima, soy una superviviente y un valor positivo para la sociedad". Este cambio de enfoque nos permite leer la realidad de otra manera, no se trata de que una de cada diez mujeres en España sea maltratada, pobrecita, sino de que uno de cada diez hombres (en el mundo, uno de cada tres) no está bien de la cabeza y maltrata, pega, humilla, a quien dice querer. El problema lo tienen ellos, las consecuencias las sufren las mujeres. Este cambio de enfoque le ha permitido crear la Fundación Ana Bella, red de mujeres supervivientes que ayudan a otras a romper el silencio y rehacer su vida, una app internacional, una escuela de capacitación...

 

¿Once años siendo maltratada?

Me casé a los 18 años y a los 19 ya era madre. Lo amaba. La primera paliza me la dio un día que se despertó de la siesta y yo había salido a comprar.

¿Qué hizo usted?

La maleta, pero me convenció de que me quería. Por mi bien me prohibió salir sola de casa, maquillarme, leer libros..., una lista inmensa. Cada vez que alguno de mis hijos lloraba, me pegaba. En una ocasión, tras una paliza, me encerró una semana, sin tele ni radio ni teléfono...

¿Cuál fue su pecado?

Tender la colada en el balcón (un segundo piso). Me acusó de provocar a los hombres que pasaban exponiendo mi ropa interior. Un sábado por la noche me sometió a la prueba de atravesar una discoteca sin que nadie me rozara.

Es un loco.

Su primo me sacó a bailar sevillanas y yo me negué, pero mi marido insistió. Cuando llegué a casa me dio una paliza terrible. “¡No me obligues a parecer un celoso delante de la gente!”.

¿Pero y su familia?

Me insistían en que lo abandonara, pero a él nadie le decía nada, y de cara al exterior era estupendo. Yo estaba aislada y confundida.

¿Cuándo reaccionó?

Once años después un día vino con un documento que quería que firmara en el que me comprometía a seguir casada con él aunque me pegara. Por primera vez le dije que no, que quería separarme. “Chiquilla –me dijo–, lo nuestro es amor o muerte”, y me clavó el bolígrafo en la pierna. Empezó a estrangularme y no me resistí, prefería morir, pero mi bebé comenzó a llorar y el instinto de madre, el único que no me robó, me hizo obedecer. Después me violó, como tantas otras veces.

Un perturbado.

Una de cada diez de las mujeres que la rodean vive en un infierno parecido.

¿Cómo escapó usted?

En cuanto se fue a trabajar cogí a mis cuatro niños, dejé Marbella y me fui a Sevilla a una casa de acogida, acababa de denunciar al padre de mis hijos, eso te hace sentir muy culpable.

¿Y después?

Me ofrecieron trabajo de limpiadora y un subsidio de 320 euros. Yo había arrancado un negocio con mi marido y hablo inglés. Rompí ese papel y me dije que no era una víctima, sino una superviviente. Conseguí trabajo en una empresa de telefonía, compré un piso que todavía pago (nadie te quiere de alquiler) y me formé.

Cambió usted las reglas del juego.

Sabía que ver mujeres amoratadas o con la cara cubierta contando su caso por televisión lo único que consigue es asustarte. Decidí salir a cara descubierta y explicar que si rompes el silencio hay vida después del maltrato. Al acabar el programa me llamaron más de mil mujeres.

Y creó la Fundación Ana Bella.

Sí, una red de mujeres supervivientes que utilizamos nuestra empatía, amor y testimonio positivo para acompañar a las mujeres maltratadas durante todo el proceso y empoderarlas.

Gran trabajo.

Hay que ser muy fuerte para romper el silencio, pero después sales de la casa de acogida y la sociedad te sigue viendo con el ojo morado, la administración te da un certificado de víctima y las empresas sólo te ofrecen trabajos ocultos, sin prestigio social y poco remunerados.

De limpiadoras.

Un trabajo dignísimo, pero inadecuado si te han repetido que sólo sirves para fregar escaleras. Las mujeres que hemos sobrevivido al maltrato tenemos una alta resistencia y tolerancia al fracaso, somos pacientes y perseverantes, entendemos muy bien el lenguaje corporal y nos reinventamos cada día para salir adelante.

Antes que pena merecen un aplauso.

Yo después de las palizas iba a vender a nuestra tienda en Puerto Banús, además de cuidar de la casa y mis hijos. Acostumbradas a vivir con el peso del maltrato, cuando ya no lo tienes vuelas.

Todas esas cualidades enfocadas en el mundo laboral son un diamante en bruto.

¡Exacto! Somos trabajadoras muy eficaces. Todas las empresas necesitan promocionar sus productos y nosotras necesitamos un trabajo que nos devuelva la autoestima, de cara al público, por eso creamos un servicio de embajadoras de marca y una escuela de formación.

Excelente idea.

Hemos impartido formación y hemos dado trabajo a 948 mujeres, consiguiendo reducir el absentismo laboral de las empresas con la que colaboramos del 40% al 1%, y hemos incrementado sus ventas. Buscamos más empresas que necesiten trabajadoras comprometidas.

Mujeres victoriosas y no víctimas.

La primera mujer maltratada que acogí en casa era una psicóloga que hoy a su vez ayuda a muchísimas mujeres. Somos una red de ternura.

El horror no acaba con la denuncia.

Luego está el juicio, montarse una vida, recuperarse del estrés postraumático... Ofrecemos ayuda constante, incondicional, no las soltamos de la mano, somos una red de amigas en la que la víctima se convierte a su vez en agente de cambio social, ayudando a otras mujeres.

¿Cuándo decidió dedicar su vida a esto?

Cuando una chica me pidió que ayudara a su prima, que resultó ser la novia de mi exmarido. Me di cuenta de que si yo, que había sido la víctima de ese hombre y sabía lo que era capaz de hacer, había olvidado que había otra mujer en mi lugar, ¿cómo no se iba a olvidar la sociedad? >>

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