Asistí hace unos días a un congreso internacional de especialistas en Psicología, Criminología y Ciencias Forenses dedicado a la prevención de la violencia. El congreso se realizaba en los USA. Naturalmente allí se habló mucho sobre la violencia como fenómeno y en relación con múltiples aspectos destacados tanto desde un punto de vista académico como con la preocupación compartida de buscar soluciones a este problema social que se muestra con una imponente gravedad. Entre todas las conferencias, una de ellas, presentada por una criminóloga inglesa y dedicada a los "crímenes de honor" en la sociedad y cultura pakistaní, nos dejó a todos una fuerte impresión. En algún momento de la conferencia recordaba la historia española del siglo de Oro y el papel del honor y la vergüenza en esa época, pero ella hacia referencia a la realidad actual, del siglo XXI, en el Reino Unido. La criminóloga explicaba actos violentos atroces, como los asesinatos de chicas jóvenes a manos de sus propias madres u otros familiares por "manchar el honor de la familia" al no querer casarse en un matrimonio forzado y otros similares como la mutilación genital femenina, las agresiones en condiciones de quasi-esclavitud, etc.. Al llegar al hotel la televisión informaba y debatía sobre las razones y porqués del múltiple y masivo asesinato de víctimas homosexuales en Orlando (Florida, USA) en el ataque a una discoteca donde murieron 50 personas a manos de un único agresor. La confusión inicial de este asesinato múltiple con un ataque terrorista dio paso a la evidencia de que lo había cometido un hombre solo y fuertemente armado que produjo numerosas víctimas, un ataque que recordaba al realizado por A. Breivik en Oslo, en el verano de 2011 y que costó 80 víctimas.
Ya de vuelta a Barcelona en la prensa diaria, prácticamente todos los días se informa de noticias de violencia contra las mujeres y como esta violencia parece cronificarse lejos de desaparecer. Las agresiones sexuales sobre las mujeres adultas no son solo cosa de la India o Brasil, en España un reciente informe muestra que cada siete horas hay una violación. Este año en Pamplona y para las famosas fiestas de San Fermín se ha organizado un dispositivo especial para evitar los abusos y las agresiones sexuales a las mujeres y, como se esperaba, el primer día de las fiestas ya ha habido una violación, esta vez sobre una joven de 19 años y se han detenido a 5 presuntos agresores. Y no paran de llegar noticias de nuevos actos violentos. Pero no solo este tipo de violencia, principalmente sobre la mujer, demanda la atención pública, los abusos sexuales a menores, tanto en los colegios como en el seno familiar, nos impactan por su elevada prevalencia. La violencia interpersonal aparece en el trabajo, en el ocio, en las escuelas, en el deporte, contra las personas mayores, contra los inmigrantes, etc… A nivel social y comunitario otros fenómenos se agrupan bajo el epígrafe de la violencia tales como las agresiones entre bandas criminales, clanes y otros tipos de organizaciones, entre grupos sociales y fuerzas del orden, ente ejércitos, entre sectores sociales, etc… y también, aunque a veces se olvida, la violencia auto-dirigida como las autolesiones o los suicidios está presente en el día a día de cualquier sociedad civilizada como la nuestra.
El fenómeno de la violencia es complejo, variado, heterogéneo y nos envuelve, impacta y preocupa a todos. Esta muy generalizado el rechazo a la violencia, somos cada vez más intolerantes con ella, no aceptamos sus consecuencias y reclamamos de forma genérica soluciones con este problema social. Los especialistas, entre los que hay profesionales provenientes de la ciencias jurídicas, sociales, sanitarias, etc… comparten una preocupación común y la búsqueda de la respuesta a esta pregunta: ¿cómo reducir y eliminar la violencia? Y se buscan las causas, discuten los factores que la generan, las razones de esta violencia. La violencia produce muerte, daño, sufrimiento y enfermedad, así como restricciones de las libertades y los derechos de las personas. También genera desigualdad, pobreza y exclusión, desazón, tristeza y desesperanza. Las consecuencias de la violencia son siempre muy negativas. Queremos y debemos actuar para prevenir la violencia. Y se busca la solución, el modo de prevenir la violencia, pero no es fácil encontrarla y, desde luego, cuando se encuentre no será sencilla, ni fácil de aplicar, ni sus efectos instantáneos. La acción violenta es siempre la consecuencia de una decisión realizada por una persona, quién decide, dirige y ejecuta la acción, la conducta violenta. La causa de la violencia radica en las decisiones de los agresores, de los violentos, de aquellos que optan por actuar de ese modo frente a una determinada situación o escenario. Esto lo que grita la declaración escrita y presentada al juez del tribunal que juzga en Palo Alto (California, USA) a un agresor sexual que en pasado mes de Mayo violó a una estudiante. La declaración es obra de una joven estudiante victima de una agresión sexual en la Universidad de Stanford –una de las más prestigiosas y destacadas de los EE.UU.- realizada por otro estudiante, un varón joven y estudiante como ella, que la violó cuando la víctima estaba cuasi-inconsciente debido al alto consumo de alcohol que había realizado. En la declaración que leyó en el juicio afirmó: la causa de la violación no fueron los pantalones cortos ajustados, ni el alcohol, ni la conducta de galanteo amoroso, ni estar sola y semi-inconsciente, ni la hora de la noche, ni los valores, ni las influencias de la televisión o las películas, la causa de la violación es el violador. Podemos añadir y generalizar esta afirmación diciendo que la causa de la violencia, de cualquier tipo de violencia, es la decisión de los violentos de ejercerla. Y es ahí donde debe situarse la prevención de la violencia. Como afirma S. Pinker, la causa de la violencia esta en el sujeto humano y allí, también está la solución.
Antonio Andrés-Pueyo és doctor per la Universitat Rovira i Virgili (1985) i catedràctic de Psicologia a la Universitat de Barcelona. Alhora ocupar el càrrec de director del Grupo de Estudios Avanzados en Violencia (GEAV).