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Violencia y deporte

Más frecuentemente de lo que desearíamos, encontramos en diferentes contextos deportivos y juveniles comportamientos que hacen que la predisposición a la violencia y agresión aumente.

En nuestra sociedad hay comportamientos arraigados que pueden fomentar este tipo de actitudes. Insultar o menospreciar al árbitro o rival, no valorar el error propio y recriminar el ajeno, querer obtener metas a corto plazo y no empatizar con el otro son algunos de los muchos ejemplos que, a pesar de conocer sus significados, no se le dan el valor que merecen.

Hay muchos tipos de agresión en el deporte, aunque vamos a focalizarnos en las más comunes:

  • Reactiva. Reacción defensiva ante la percepción de amenaza. Puede realizarse de forma consciente o inconsciente.

  • Proactiva. Hacer daño intencionadamente de forma física y/o psicológica sin provocación previa. Puede realizarse de forma consciente o inconsciente.

  • Verbal. Insultar, amenazar, intimidar, etc.

  • Física. Pegar, golpear, empujar, etc.

Asimismo, dentro del contexto deportivo existen tanto variables internas como variables externas procedentes del contexto deportivo que favorecen la aparición de agresión dentro del deporte (Img 1).

Además, hay variables que, de forma destacable, afectan a la aparición de la agresión en el deporte. Una de ellas es el concepto del autocontrol. La capacidad de cada individuo por dominar las acciones que realiza es fundamental. Cuanto menor capacidad de control tengamos, mayor probabilidad de agresión puede aparecer.

Por ello, hay ciertas estrategias que pueden tanto llevarse a cabo como enseñarse, y su aplicación puede servir en cualquier personal.

  • Respirar. Algo tan simple como prestarle atención a nuestra respiración, hace que nuestro foco atencional se desvíe en otra dirección, ayudando con ello a reducir la tensión del momento.

  • Contar hasta 10. Algo habitual y conocido, pero no por ello menos efectivo. Al igual que en el anterior ejemplo, el desviar nuestra atención, en este caso a contar, hace que se reduzca la tensión. Además, solo con el hecho de usar la estrategia, ya te hace recordar que actualmente estás en un estado que no es adecuado, por lo que facilita su cambio.

  • Ponerse en la piel del otro. Con facilidad nos olvidamos que la persona que tenemos delante es igual que nosotros, y tiene el mismo derecho que nosotros a ganar, perder, equivocarse o ser respetado. Haciendo un ejercicio mental de ponerse en la situación que está viviendo la otra persona, ayuda a reducir la agresividad generada por el momento.

  • Foco en los aciertos. A menudo sucede que la agresividad, frustración y sentimientos hostiles vienen generados por focalizarse únicamente en los errores o en los aspectos que no se han realizado de forma adecuada. Por ello es adecuado no ver solo el lado negativo, sino aprender a valorar los aspectos positivos de la situación.

Como podemos observar, somos partícipes tanto de forma activa como pasiva a las actitudes agresivas. El hecho de no actuar frente a este tipo de situaciones ya nos hace cómplices.

Por último, hemos de ayudar a que en el deporte se penalice duramente cualquier tipo agresión, tanto física como verbal. Y todo empieza practicando con el ejemplo.

 

Carlos Cáceres Vallés és Psicòleg de l'Activitat Física i l'Esport. Llicenciat en psicologia per la Universitat Jaime I, té el màster en psicologia de l'activitat física i l'esport del Col·legi Oficial de Psicòlegs de la Comunitat Valenciana, treballa per a la federació d'àrbitres de Madrid, ha treballat com a psicòleg en l'esport per a l'Atlètic de Madrid, Escola Esportiva Moratalaz i ha donat formació a diferents escoles esportives. Recentment ha col·laborat en l'elaboració del "Codi de Bones conductes en el hoquei patins".


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