Terminar una relación de pareja, en general, no es tarea fácil ni para la persona que lo provoca ni para la que se lo encuentra. Separarse de aquella persona con quien uno ha compartido algo de lo más íntimo, virtudes y miserias, rutinas y sorpresas, sea por poco o mucho tiempo, implica separarse de algo propio que se va con el otro.
Esa dificultad de separación crece cuando la relación se ha basado en darlo o serlo todo para el partenaire, y lo violento se ha convertido en la única respuesta ante la divergencia. Frases como: yo daba el 100% en la relación, me entregué por completo o estaba totalmente “ciega” por mi pareja , por poner algunos ejemplos, se repiten en los dichos de distintas mujeres que, bajo el significante maltrato, acuden a los servicios específicos de atención y recuperación para mujeres que han sufrido situaciones de violencia en la pareja.
Los conceptos de recuperación y de empoderamiento, muy usados aquí, presuponen, de entrada, cierta pérdida como consecuencia de la relación desigual y abusiva. Se trataría entonces, de ayudar a la mujer a reencontrar su estado anterior, sea a partir de la mejora de competencias o del aumento de la autoestima, aparentemente menguadas o deterioradas por la convivencia con el agresor. Simplificando, sería pasar del menos al más, de lo perdido a lo recuperado.
Pero eso no acaba de explicar el porqué, a lo largo de ese recorrido, lo que se escucha paciente tras paciente, es una verdadera dificultad para separarse, para desengancharse, para despegarse de ese compañero que eligieron como pareja y que las ha llevado a lo peor.
Así pues, ¿cómo poder pensar este fenómeno del enganche?
Renunciar a una vida intensa, donde todo lo que sucede es extremo, para recuperar algo de la “normalidad”, no es tarea fácil. Encontramos un amor intenso acompañando la certeza de que el otro va a cambiar, unas palabras extremas que incluyen los insultos, las vejaciones y los menosprecios y que pasan rápidamente del amor al odio. Junto a ellas no faltan las palabras bellas, de amor eterno y pura desesperación, del odio transmutado en amor, una violencia feroz, como intento de mediar cierta separación a partir de la agresión.
Según esta segunda lógica y simplificando de nuevo, se trataría de pasar del más al menos, de la intensidad a la normalidad. Eso implica una pérdida de otra índole, muy difícil de asumir. Ese sin-límite lo invade todo porque cuando hablamos del exceso, exceso de amor y de odio, encontramos las dos caras de la misma moneda.
Quizás entonces, habría que preguntarse po las condiciones de elección de pareja que están ya en el inicio de la relación. Ese demasiado, ¿estaba de entrada o apareció a posteriori? En algunos casos lo que aparece al principio es una idealización del otro:“buscaba protección y cariño”, pero lo que se realmente se encuentra es “abuso y violencia”. Otros casos hablan de un buen inicio seguido de un giro gradual: a medida que una va renunciando, aumenta el pedido del otro al nivel de la exigencia.
Ayudar a estas mujeres a saber y entender de qué se tienen que des-enganchar (más que de quien) implica que puedan desprenderse de ese ideal que buscan y que las despista en relación a su deseo. Ayudarles tomando en cuenta lo que no funciona en esa relación, eso en que tropiezan y que se va repitiendo sin que alcancen a ponerle freno. Renunciar a esa “intensidad” que las envuelve en un vínculo claramente destructivo para de esta manera obtener un placer más “ligero” pero más acorde con su deseo propio.
Oriana Novau és Psicòloga i psicoanalista. Treballa en l'àmbit de l'atenció a les dones víctimes de violència de gènere. Escriu a tactebarcelona.com
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