De nuevo nos encontramos ante un texto apasionante de José Ramón Ubieto. En esta ocasión, una obra colectiva acerca de un tema tan controvertido como necesario: el acoso escolar, más conocido por el anglicismo bullying y que da nombre al libro. La particularidad de los trabajos de Ubieto es que son capaces de aunar actualidad con rigor en áreas complejas de trabajo interdisciplinar. Una oportunidad que permite abrir el panorama y convocar a una tarea intensa orientada a incorporar interrogantes en aquellas cuestiones en las que participan profesionales de diversas disciplinas, pero también familias y adolescentes. Lugares, sin duda, complejos y, por ello, sometidos a situaciones donde aparecen miradas superficiales o análisis poco precisos. A lo largo de la lectura el texto va advirtiendo, ya desde el prólogo de Joan Subirats, de la necesidad de abordar la cuestión pese a la admisión generalizada de encontrarnos ante una problemática históricamente “habitual”; es decir, un territorio conocido pero que irrumpe como novedad en cuanto se modifican algunos de sus aspectos explicativos o, simplemente, que se está visibilizando de un modo diferente. El recorrido, entonces, que plantean los autores permite situarse por fuera de las lógicas alarmistas (sin ello suponer un menoscabo en la importancia), para así adentrarse con minuciosidad en las fronteras, en los bordes que permitan hacerse preguntas más allá de las habituales.
Podría, incluso, afirmar que el texto huye del catastrofismo para armar posibles respuestas y ciertas hipótesis de trabajo en torno a la construcción de herramientas para el análisis y su puesta en juego en la tarea cotidiana de la acción social y educativa con adolescentes.
Sin duda son muchas las cuestiones aportadas en esta línea. Entre ellas, el lugar del cuerpo en las manifestaciones habituales de acoso escolar, las posiciones en juego en los pasajes al acto de las víctimas y los acosadores, las relaciones con la mirada y la imagen tanto particular como social; o bien, las identidades sexuales, o las ubicaciones y posicionamientos de los adultos, tanto en el ámbito familiar como en el profesional. Les invito a hacer ese recorrido por el texto, donde se encontrarán varios trayectos y posibilidades, así como las palabras siempre presentes de los propios adolescentes, lo que añade un valor a las reflexiones y análisis de los autores. Sin embargo, lejos de resumir esas palabras, considero importante resaltar un elemento que, desde mi punto de vista, concede, si cabe, un aliciente más al texto.
Me refiero a lo que se puede considerar una suerte de instrumento de navegación. A parte de los sólidos argumentos que acompañan la presencia continua de las palabras de los implicados, es constante un elemento crucial para elaborar y/o construir una mirada diferente a la problemática expuesta: la introducción de una articulación poderosa entre la subjetividad y la conciencia colectiva. Es decir, este libro inscribe el adolescente (en singular) a partir de la aceptación de una subjetividad. Ello permite, precisamente, la singularización y la particularización más allá de la frialdad de las estadísticas, de los titulares informativos o de ciertas posiciones basadas en recetas de autoayuda universal.
No obstante, de esa premisa de asunción de la subjetividad para el trabajo con los adolescentes, no se desprende una concepción individualista. Bien al contrario, ya que junto a esa consideración se alinea la necesidad de contemplar el acoso escolar como un síntoma social. Así lo manifiestan los propios autores, interpelando a la construcción de una mirada colectiva. Así, junto a nociones como la autoridad, el desamparo y la soledad radical, podemos observar como el sustrato del trabajo suma en torno a la particularidad, a las formas diversas de recorrer la adolescencia y a la presencia del sujeto en la habilitación de respuestas; pero también alrededor de las consideraciones de época acerca de la inclusión de las situaciones de acoso escolar como una manera de hacer emergerlo como problemática social. O lo que es lo mismo, la emergencia de una problemática como la mostrada no es sinónimo de tratamiento de unos cuantos adolescentes y de la puesta en marcha, exclusivamente, de medidas individuales. Lo que verdaderamente emerge es la necesidad de contemplar una consciencia colectiva acerca de las dificultades, los límites y las posibilidades del trabajo actual con los adolescentes.
El planteamiento en torno al acoso escolar también como síntoma social pone en primer plano cómo los profesionales abordamos ciertas cuestiones, cómo circulan los adolescentes por el entramado institucional actual, qué lugares habilitamos para que la adolescencia se ponga en juego y cómo albergamos las diferentes maneras de transitar esa adolescencia. Por último, insistir en que recorrer, mediante la lectura, las aportaciones de José Ramón Ubieto y el resto de autores que le acompañan nos sumerge en un acto de responsabilidad adulta y nos actualiza en el trabajo diario con todos los adolescentes.
Segundo Moyano Mangas és doctor en Pedagogia, educador social i professor de la UOC.